sábado, 9 de agosto de 2014

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No estoy lejos. 
Estás cerca.
¿Cómo vas a estar lejos, 
si se desabrocha mi alegría cada vez que te siento? 

Abre esa tarta y cógenos un pedazo.

Happy B-day

sábado, 26 de julio de 2014

La vida fea

La vida sin donut doble. La vida sin barquillo de kinder bueno con otra bola encima de ferreroroché. La vida sin sombrilla, sin mochila, sin sandwiches y sin protección solar. La vida sin playa. La vida sin zeuses protectores. La vida sin chinflos. Y sin calas. Y sin agua en la nuca para que el sol del sur no nos derrita. La vida fea. Sin sonrisas flamígeras. Sin espadas justicieras de luz. La vida que no vive porque malvive dentro de mí. Sin cerveza fría y sin cazón en adobo. Sin el musitar de la queja, sin las perlas filipinas iluminándome la noche. Con oscuridad. Sin el menso en tu boca, sino dentro mío. Susurrándome lo mema que resulta la memez de que no estés aquí susurrándome al oído lo memo que soy por decirte las cuatro cosas. Sin la dulce liviandad de la palabra memo. La vida fea. La vida sin cantitos. Sin helados ni yogures con fresa fresca. Sin tu boca de fresca fresa mordiéndome los labios. La vida, que es fea cuando te veo partir en el tren. Insípida, insoportablemente fea. Las calles llenas de gente fea, que mira feo y habla feo. Y el cielo feo que grita feo con un azul de mierda, terriblemente feo, que no estás aquí y que ya nadie camina a mi lado cogiéndome de la mano. Qué fea es la vida sin ti. 

viernes, 9 de agosto de 2013

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No soy digno de que entres en mi casa, pero entraste. Por fortuna para mí, aunque esto te lo diga menos de lo que mereces. Por supuesto, tan sólo una palabra tuya basta para sanarme. Solamente una, pronunciada con la voz de ángel salida de lo más profundo del lugar adonde me dirijo desde que te conocí. Tatuada la llevo debajo del corazón, como el sonido que alberga la paz de mi espíritu. Lamento cada lágrima derramada que no supe evitar, cada sollozo ahogado por una súplica muda. No sé explicarte cuánto te quiero, por más palabras que habiten en el diccionario: simplemente, no las hallo. No están a mi alcance, aunque quizá no las necesite: mírame a los ojos, ahí las encontrarás. Cuando escucho el timbre de tu voz, dulce como una nube hecha de gominola en el país del arcoiris adonde tú y yo sólo iríamos para zampárnoslo -no se vaya a creer la gente que no somos tipos duros- mi ser actúa como una unidad, cuyo destino, en lo histórico y en lo mundano, es correr hacia ti y llevarte de la mano hacia el sitio donde no necesitaremos más que vernos cada despertar con la misma mirada del primer día.

lunes, 11 de febrero de 2013

Madrid

Madrid,
espejo de luces,
ciudad finita que acaba en tu pelo.
Nada significan seis letras,
cuando cuando el vacío en torno a mí
se ciñe.
Nada es Madrid sin tu sonrisa
a mis ojos enganchada.

Madrid,
sol y sombra,
frío, viento, lluvia
desde la ventana contemplados, afuera.
Seis letras, seis,
como seis los millones de deseos que
en mi boca llevan tu nombre.
Nada es Madrid sin tu perfume.

Madrid,
un corazón tatuado en el cristal,
pincel que es dedo y dedo que
es pincel.
Que cuando el vaho del vidrio dibuja es
herramienta de un espíritu artista,
que cuando mi cuerpo tibio recorre
es instrumento de nuestra
felicidad.

martes, 25 de diciembre de 2012

Cualquier cosa

Tu sonrisa, para mí, es como el olor del café recién hecho: una señal inequívoca de que estoy en mi hogar; un buen agüero. El hogar es ese lugar donde uno está completamente seguro de que nada malo va a ocurrirle. Es una certeza animal. Una seguridad instintiva. No hay peligro en el hogar.

Por eso cuando algo, o alguien, altera tu sonrisa, la borra de tu cara, mi hogar deja de oler a café. Y entonces la paz cierta que gobierna mi vida se desvanece, naciendo en su lugar un irracional sentido de alarma que apareja un odio animal hacia su causa. La identifico como una amenaza, y como las fieras que visualizan al enemigo que acecha su hogar, me dispongo a hacer cualquier cosa por acabar con ella. Cualquier cosa.

sábado, 6 de octubre de 2012

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A ti,
a quien tanto quiero,
quien me dijo sí, y fue sí,
quien me rompió el mundo,
para construirme uno mejor,
a ti, te amo.

A ti,
quien confió, quien quiso,
quien resolvió,
quien puso,
quien se arrojó con valor,
quien me conquistó a puro
corazón,
a ti, te adoro.

A ti,
quien apostó, y ganó,
quien vio mis telarañas,
y las limpió,
quien atravesó músculo, carne, hueso,
entrañas, dudas, miedo, pasado,
con una sonrisa tan grande como el cielo,
a ti, te quiero.

Gracias

miércoles, 5 de septiembre de 2012

La promesa de seguir

Hola, morenita. Sí, sé que siempre empiezo igual, cuando quiero decirte algo importante. Y también sé que menuda forma de comenzar un texto serio, ya. Pero créeme cuando te digo que no sé ni cómo empezar. Hace mucho tiempo que no escribo, y he perdido las sensaciones. Esas burbujitas que me recorrían por todo el cuerpo, hirviéndome en la sangre, cada vez que me sentaba delante de un teclado, y una página en blanco se abría ante mí como el nuevo mundo a Colón. Así que vas a tener que perdonarme, preciosura, si parezco un maldito novato haciendo esto. Realmente es lo que soy.

Decido escribirte cuando lo que tengo que contarte no puedo decírtelo. Ya sabes cómo soy para estas cosas. Me trabo, carraspeo, no termino las frases, me pongo colorado y al final, no te enteras de nada, y todo resulta un tremendo fiasco. Mejor por aquí. Me siento más seguro cuando sólo tengo que escribir. Además, al fin y al cabo, sólo soy un hombre más, un patán con ínfulas que no encuentra muy bien el camino hacia la libertad de sus sentimientos. Me consuelo pensando en lo que dijo un filósofo griego, aquello de que el hombre que más siente es el que menos habla. O algo así.

El caso es que me desgarra el corazón verte sin alegría. Conozco los motivos, y sé muy bien el por qué de que ahora parezcas una flor a la que el sol le está robando la luz que necesita para respirar. Y también sé que yo poco puedo hacer. Y eso, exactamente eso, es lo que me desangra lentamente. Poco a poco, la impotencia que siento al ver rendirse al ser que más amo en este mundo me bloquea. Honestamente, me cuesta salir de la cama, por que sé que mi rayo de luz ya no tiene alegría. Mis torpes esfuerzos por devolvérsela no surten efecto, y es en este punto donde llego aquí: cuando todo le falla a este inexperto intento de samurai, recurro a lo único que sé hacer bien en esta vida, que es escribir.

La alegría, y esta es una de las cosas que tú me has enseñado en estos once meses, no reside en nada material. Ni siquiera reside en las aspiraciones que todos tenemos en esta vida. Llegar a esto. Hacer aquello. Ganar tanto. Trabajar aquí o allí. Ser útiles. No, nada de eso. He descubierto junto a ti que la alegría, que la felicidad más genuina, es la que se siente al conseguir, o al menos, al colaborar en que el orden universal, cósmico, natural, cree por unos segundos, por unas horas, días incluso, la situación perfecta para que todas las necesidades del ser amado estén cubiertas, y nada perturbe la sonrisa en su rostro. Eso es lo que he aprendido. Lo más importante que he aprendido. Que todas las dificultades, todas las frustraciones, sólo son piedras en un sendero tortuoso y complejo pero cuyo final, yo ya lo sé, no es ser más rico, ni más poderoso, ni más influyente, sino simplemente, construir una historia con la persona adecuada y transmitir al mundo un trozo del bienestar que junto a esa persona uno ha sido capaz de conquistarle a este puto mundo. No hay nada más importante que eso.

Y es lo que quiero que sepas.

Sé que probablemente esto no sirva para mitigar lo que sientes ahora, pero siento que es lo que tengo que hacer. Por que si no consigo arrancarle a tus ojos la promesa de seguir, de continuar cabalgando contra las olas, contra la tormenta y contra las piedras que nos tiran nuestros enemigos, mañana es posible que no me levante de la cama.

Tuyo siempre,

A.